5/11/07

El año en que acabaron con el ciclismo


No solo fueron el positivo de Vinokourov, el engaño de Rasmusen o las patéticas imágenes de un ciclista esposado tras cruzar la línea de meta que pusieron a los ciclistas profesionales bajo sospecha general de estar haciendo trampas; la prohibición a Contador en Hamburgo, el intento de echar del mundial a Valverde y a Bettini y el positivo, ahora felizmente negado por el contraanálisis, de Iban Mayo, han impuesto la idea entre la opinión pública de que los ciclistas, incluso los que salen el domingo a dar una vuelta, son una pandilla de drogadictos. Nunca jamás este deporte cargado de sufrimiento y épica había sido puesto tan en entredicho, su nivel de popularidad había estado tan bajo y la honorabilidad de sus practicantes tan puesta en duda. Entre unos y otros esta temporada han acabado ahogando el ciclismo profesional.
Incluso el público poco interesado en las bicis, había aplaudido la gesta deportiva de Alexandre Vinokourov en el Tour, por eso se sintió engañado cuando se supo que el día de su victoria, además de vendado y dolorido por la caída en una etapa anterior, iba dopado de la manera más salvaje, por transfusión; pero no solo han sido los casos punibles deportivamente y censurables humanamente los que han terminado hundiendo el prestigio del ciclismo. En eso las culpas van por barrios.
La guerra civil y nada sorda que la UCI viene librando contra el Tour y el resto de grandes vueltas por el control del ‘circo’ mundial del ciclismo ha tenido también mucho a ver en esta zozobra. La federación internacional dosifica la información sobre casos de doping a menudo haciendo coincidir su aparición pública con alguna carrera, con el consiguiente escándalo que esto genera, y llegando a crear la secesión tanto en el pelotón como entre los organizadores, entre los que prohibirían correr a cualquiera mínimamente sospechoso aunque sea un rumor, y los que se atienen a lo que digan los análisis y los tribunales, del deporte o civiles. Divide y vencerás, pensará Patt McQuaid, presidente de la UCI.
Los tribunales tampoco ayudan a aclarar la imagen del ciclismo. Por qué, tras levantar tanta polvareda, la operación Puerto ha quedado en dada? Por que anuncian que van a tirar de la manta y desenmascarar a todos los tramposos y luego se echan atrás? Acaso no ven que arrugarse levanta sospechas incluso más allá del ciclismo?
Los corredores y equipos también se demuestran impotentes y, por lo tanto, cómplices en menor medida del naufragio del ciclismo. Por qué se arriesgan a que se les trate como a delincuentes? Por qué permiten que se les controle de la manera policial como se hace, no solo hasta la última gota de su orín, sino su ADN, sus vacaciones, su dieta o su actividad sexual?
Que nadie se engañe, condenando a muerte por drogadicción al ciclismo, que es un deporte con una muy limitada capacidad de influencia social y económica, se salvan a otros deportes más profesionalizados, donde corre mucho más dinero, influencias e intereses. Y así entre todos lo matan y él va agonizando temporada tras temporada. Como me dijo un organizador hace poco: ‘surte que solo nos queda un año de contrato con el Pro Tour’ Bien, y después?

Publicat a La Vanguardia