4/9/07

Demasiado joven para morir


La primera vez que se subieron los Lagos de Enol (mal llamados de Covadonga) fue en 1983, año en que Bernard Hianult ganó la Vuelta; por eso en aquella época se les llamaron los lagos de Hinault. Ayer Vladimir Efimkin se convirtió en el cuarto ruso en ganar en la niebla que a menudo cubre aquellos extraordinariamente bellos parajes; les llamaran ahora los lagos de los rusos, o los lagos de los cisnes, por Tchaikovsky que era de un pueblo de los Urales?
Gentilicios ciclistas al margen, este año la gran montaña asturiana llega demasiado pronto y un pelo descafeinada (cuarta y quinta etapas) como para descartar a algún favorito. Sin quitarle merito a Efimkin, el escaso minuto y 23 segundos que hay entre Menchov (4º) y Samuel Sánchez (17º), entre los cuales están todos los favoritos incluidos Pereiro, Sastre, Evans o Marchante, a penas significa nada con diecisiete etapas todavía por disputar incluidos tres finales en alto y dos contrarelojes. Lástima, porqué el medio kilómetro largo de la Huesera a más del 15%, una cuesta que solo los que la hemos subido en bici sabemos de su crueldad por lo que queda todavía de ascensión después de superarla, es de los que parecen hechos para dejar frito a quien no este para las alegrías del podio final.
Pero quien paga condiciona la ruta y, a pesar de que la organización no quiso poner el clásico puerto del Fitu antes de los Lagos para no atornillar más a los corredores y tentarlos a tomar cosas prohibidas, fue el propio pelotón quién decidió endurecer la subida y hacerla emocionante tanto para los ciclistas de sofá como para los que se esparcieron a lo largo de la carretera, cosa que es de agradecer. Y ya que estamos en el capítulo de agradecimientos, a los comodones que nos plantamos ante la tele nos encantó ver a Pedro Delgado en muy buena forma comentando la subida desde el sillín de su bici y sufriendo un poco como un mortal cicloturista más; no vaya a ser que alguien piense que todos los que salimos en bici vamos puestos hasta las cejas.
La gran etapa asturiana fue una gran fiesta y un éxito relativo, todos fueron demasiado jóvenes para morir en la ascensión a los lagos de Covadonga, Enol, Hianult o de los rusos y eso les hizo sentirse bien, pero ya por la noche, en la soledad de la habitación del hotel, quizás alguno empezó a pensar que puede que ya este demasiado viejo para el rock’n’roll, como decía el clásico de Jethro Tull.

Publicat a La Vanguardia