6/5/07

Nunca llueve al sur de Marruecos


Tanto la organización como los participantes en el rally ciclista Titan desert, que se corre estos días en el desértico sur de Marruecos, habían previsto calor, polvo, arena i pistas durísimas que ponen a prueba tanto las máquinas como los riñones y piernas de los corredores. Lo que nadie había previsto eran fuertes aguaceros. Lluvia en este tiempo y en el desierto marroquí?
Lluvia no, esa es un término demasiado delicado, a la europea, para definir lo que cayó desde la madrugada hasta el mediodía del sábado. Como suele pasar en estos casos, ni los tres integrantes del Ramlia Team, los jóvenes corredores lugareños invitados por la organización, habían visto diluviar de tal manera en décadas. El resultado ya se lo pueden imaginar: imposible pedalear por dunas convertidas en arenas movedizas y caminos trasformados en lodazales. Se anunció etapa neutralizada para la desesperación de los más fuertes, los que vienen a ganar, y para alivio de la mayoría del pelotón, que ya se veían embarrados hasta el tuétano y convirtiéndose así en candidatos al abandono; ellos cuya manera de entender esta dura aventura es terminar cada etapa sea a la hora que sea. A penas tres horas más tarde la neutralización hasta el siguiente campamento se convirtió en una breve marcha por carretera hasta Erfoud donde un hotel previsto para casos de emergencia acogería a los corredores. La desesperaciones convirtió en enfado de unos cuantos, hasta que se acercaron a uno de los diversos ‘oueds’, ríos secos, próximos para comprobar con sus propios ojos como el lecho pedregoso se había convertido en un torrente que había desbordado hasta obligar a la policía a cortar la carretera general a Errachida. A partir de ahí, la neutralización hasta Erfoud fue un paseo entre risas, fotos y saludos a los niños que se agolpaban en la cuneta para ver pasar el gran grupo.
Ante la disyuntiva de mantener la competición o garantizar la seguridad, la organización apostó acertadísimamente por la seguridad de los corredores. En casos como el del sábado en Marruecos, créanlo, la peregrina idea de que el ‘show debe continuar’, es, simplemente, ridícula.
Hasta el aguacero, el Titan desert rodaba como estaba previsto. La primera etapa, un Saint de 34 kilómetros entre piedras y arena, se realizó a un ritmo muy rápido, en parte por que el calor no era muy agobiante, en parte por las ganas que se tenían los favoritos. Rafael Bosch, un aficionado del Maresme, ganói sacándole tres minutos a Abraham Olano ‘Donde vais tan aprisa!’ fue el comentario del campeón del mundo de fondo en carretera al terminar la etapa. El vencedor del pasado año, Pedro Vernis, resultó perjudicado por un par de pinchazos y llegó muy retrasado respecto los favoritos. El resto hicieron su carrera sin dormirse, eso si.
Anulada la segunda etapa, llega la hora de la verdad en la etapa reina. Tras introducir cambios en el libro de ruta para evitar los pasos sumergidos, a primera hora de la mañana del domingo los 280 participantes en este segundo Titan desert enfilaron las bicis hacia Ramlia, pequeño poblado fronterizo con Algeria y a las puertas del Erg Chebbi. Son dos etapas tipo maratón, es decir, sin asistencias, hoteles, mecánicos ni comunicaciones con el exterior, que decidirán sin lugar a dudas las clasificaciones finales de la carrera, eso para los que van a ganar, y quien es capaz de superar el reto personal con el desierto, para el resto de corredores. Esta tarde se sabrá que ha sido de unos y de otros. Y todavía quedará una paliza final mañana en una pista llena de trampas en forma de dunas. Han probado de montar en bici por la playa? No, pero se lo imaginan, verdad?

El traquetreo interminable
Inclemencias meteorológicas al margen, la Titan desert es una carrera durísima. Las pistas marroquinas por donde transcurre no tienen nada a ver con lo que cualquier aficionado a la bicicleta de montaña haya podido probar rodando por Catalunya. Si acaso recuerdan un poco a Los Monegros aragoneses, pero allí no hay esas trampas de arena ante las que solo cabe hacer tres cosas: pedalear fuerte para intentar superarlas zigzagueando y al borde de la catástrofe, saltar de la bici con gracejo cuando se queda trabada o dejarse caer aunque sea de cabeza. Si el ‘bunker’ arenoso es profundo no pasa casi nada, si no, es mejor tener suerte. Entre los cerca de trescientos participantes hay de todo. Con el cansancio se acumulan las caídas, y de so no se libran ni los exprofesionales.
El otro problema son las piedras y la dureza del terreno de las pistas. A parte de machacar los riñones sin miramientos, son una fuente inagotable de pinchazos de la tipología más diversa. Y de eso tampoco se libra nadie. El consuelo de los débiles es verse en algún momento por delante de Melchor Mauri o de Peio Ruíz Cabestany. Y eso solo puede suceder si pinchan.

Publicat a La Vanguardia